COP30 arranca en Brasil bajo la amenaza de un clima ya fuera de control.

El año 2025 se perfila como uno de los más cálidos de la historia, mientras la humanidad encara una década decisiva. La cumbre climática de Belém abre con un llamado urgente a transformar promesas en acción.

Belém (Brasil), 8 de noviembre de 2025.
La edición número 30 de la Conferencia de las Partes (COP30) sobre cambio climático de la ONU ha dado inicio en Belém, en el corazón de la Amazonía brasileña, con un sentido de urgencia pocas veces visto. Los líderes mundiales se reúnen en un momento en que los efectos del calentamiento global ya son palpables en todos los continentes.

La Organización Meteorológica Mundial (WMO) confirmó esta semana que 2025 será, con alta probabilidad, el segundo o tercer año más cálido jamás registrado, prolongando una racha de récords que comenzó en 2023. Las temperaturas medias globales se mantienen 1,46 °C por encima de los niveles preindustriales, acercando peligrosamente al planeta al límite de 1,5 °C establecido en el Acuerdo de París.

El dato llega acompañado de tragedias humanas: el tifón Kalmaegi, que azotó el sudeste asiático hace pocos días, dejó más de 300 fallecidos y millones de desplazados, según Reuters. En América del Sur, sequías extremas han golpeado el Cono Sur, mientras que Europa enfrenta un otoño inusualmente cálido con récords de temperatura en España, Francia e Italia.

Un llamado desde la Amazonía

La elección de Belém no es casual. Brasil busca proyectar la imagen de guardián del pulmón del planeta, pero también exhibir los desafíos de un país que todavía depende de la minería y la agroindustria. En su discurso inaugural, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva advirtió que “la ventana de oportunidad para actuar se está cerrando rápidamente” y pidió a los países ricos “honrar los compromisos financieros y tecnológicos asumidos desde París”.

No se trata solo de salvar el clima, sino de garantizar justicia para los pueblos que ya sufren las consecuencias”, añadió Lula, ante más de 30 000 delegados y representantes de 190 países.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, subrayó la necesidad de acelerar la transición energética “sin dejar atrás a las comunidades dependientes del carbón y del petróleo”, mientras que Estados Unidos llegó con el compromiso de duplicar su contribución al Fondo Verde para el Clima.

El reto de la implementación real

Pese a tres décadas de conferencias, las emisiones globales de gases de efecto invernadero han aumentado un 34 % desde 1995, y los compromisos nacionales (NDC) siguen siendo insuficientes. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el ritmo actual llevaría al mundo a un aumento de entre 2,7 °C y 3,2 °C a finales de siglo, un escenario que desencadenaría olas de calor mortales, pérdidas masivas de biodiversidad y migraciones climáticas sin precedentes.

El foco de la COP30 está puesto en la implementación concreta: financiamiento, justicia climática, transición energética y adaptación. Los países en desarrollo reclaman más recursos y transferencia tecnológica para poder reducir emisiones sin frenar su crecimiento económico.

En las negociaciones previas, se ha propuesto un nuevo mecanismo de “contribuciones equitativas vinculantes”, que busca equilibrar las responsabilidades entre el Norte y el Sur global. Aunque la propuesta genera tensiones, refleja un cambio de tono en las conversaciones: el tiempo de las promesas parece agotarse.

Ciencia, salud y economía: un frente común

La crisis climática no solo amenaza ecosistemas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado esta semana una nueva agenda global para fortalecer la investigación pediátrica, alertando que los niños son el grupo más vulnerable ante el aumento de enfermedades respiratorias, desnutrición y estrés térmico.

En el plano económico, el Banco Mundial estima que los desastres climáticos ya cuestan más de 300 000 millones de dólares anuales en daños directos, y podrían duplicarse en la próxima década. Pese al crecimiento récord de las inversiones en energía renovable —que en 2025 superan los 2 billones de dólares—, la transición sigue siendo desigual: África y América Latina reciben apenas el 8 % de ese flujo global.

Lo que está en juego

La COP30 es vista como una cumbre de punto de inflexión. Las próximas decisiones determinarán si el mundo mantiene viva la meta de 1,5 °C o se resigna a superar el umbral que los científicos consideran irreversible.

Más allá de los grandes titulares, los efectos del cambio climático ya impactan en la vida cotidiana:

  • España registra su tercer verano consecutivo con temperaturas récord.
  • En México y Centroamérica, la sequía amenaza los cultivos de maíz y café.
  • En Filipinas y Japón, las tormentas tropicales son cada vez más intensas.
  • En África, millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria por la degradación del suelo.

No hay lugar para la neutralidad”, advirtió el secretario general de la ONU, António Guterres. “El planeta está enviando señales de alarma, y nuestra respuesta debe ser inmediata, colectiva y justa.”

Conclusión

A treinta años de la primera COP, el mundo se encuentra frente a una encrucijada. Los líderes políticos tienen la oportunidad —y la responsabilidad histórica— de transformar los discursos en políticas reales.
Si la COP30 logra acuerdos concretos sobre financiamiento, reducción de emisiones y justicia climática, podría marcar un punto de inflexión.
Si no, pasará a la historia como otra oportunidad perdida mientras el planeta sigue calentándose.

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